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CABALA
 

El modelo del Arbol de la Vida, espejo y síntesis del hombre y del cosmos, se divide en 3 columnas o pilares del modo que sigue: 

Esta división tradicional en tres columnas, está en estrecha vinculación con lo expresado anteriormente acerca de los Principios alquímicos. Como puede observarse, una de las columnas es activa (+) –o positiva, o masculina–, y la otra es receptiva (-) –o pasiva, o femenina–, mientras que la tercera, o eje central, equidistante de ambas, es neutra y permanentemente las conjuga. A la energía activa corresponde la Columna de la Fuerza, compuesta, como podemos ver, por las sefiroth Hokhmah (2), Hesed (4) y Netsah (7). A la energía pasiva, la Columna de la Forma, que está compuesta por las sefiroth Binah (3), Gueburah (5) y Hod (8). La columna o pilar central o axial, constituida por las sefiroth Kether (1), Tifereth (6), Yesod (9) y Malkhuth (10), es neutra, y perennemente realiza la asimilación de los contrarios, dando lugar a nuevas posibilidades de desarrollos indefinidos. Es llamada pilar o Columna del Equilibrio. Esta es la imagen del orden permanente de la Creación, según la Cábala. 

 
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LA TRIADA
 

 

La forma geométrica del triángulo equilátero también puede simbolizar lo dicho anteriormente sobre la Alquimia y el Arbol Sefirótico, pues toda idea manifestada por el símbolo puede ser expresada no sólo por las figuras geométricas y los números, sino también por un ritmo, un gesto o un sonido. Los Principios Universales, representados por la tríada superior del Arbol, están sintetizados también por la figura del triángulo equilátero, pues ella muestra instantáneamente las energías-fuerza contenidas en la Idea, revelándonos así su conocimiento y las indefinidas sugerencias a que da lugar.

Este triángulo puede igualmente trasponerse a los conceptos de Creación, Conservación y Destrucción (o mejor, Transformación), presentes en todas las cosmogonías tradicionales, por ejemplo en la tradición hindú, en donde esos Principios conforman la Trimûrti, manifestada por Brahmâ, Vishnú y Shiva. 

También en el símbolo de la rueda encontramos una triunidad de conceptos, expresados de la siguiente manera: 
Este mismo pantáculo (o "pequeño todo") manifiesta, ubica y valida al hombre en la creación, como intermediario y vínculo de las energías cósmicas: 
Referido directamente al Arbol de la Vida, damos este otro diagrama, que de un solo golpe de vista nos muestra la irradiación del Principio en el seno de la creación, o sea, la de las energías que el Arbol Sefirótico simboliza, tomando al Centro, o punto virtual del círculo, como lo Inmanifestado, y a la circunferencia, o periferia, como su manifestación: 
 
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MITOLOGIA
 

Los mitos, junto con los símbolos y los ritos, constituyen la trilogía sagrada y reveladora con la que los pueblos arcaicos y las civilizaciones de la antigüedad expresaron toda su cultura, su ser mismo. Si el símbolo representa la "fijación", en una determinada substancia, de un Pensamiento o Idea Arquetípica, y el rito no hace sino poner en movimiento a través del gesto ritmado y generativo la energía del símbolo, el mito evoca el tiempo de los orígenes primordiales y sacros de los pueblos, así como las gestas y hazañas de los héroes y dioses civilizadores que los crearon. En el origen de cualquier civilización, religión o cultura, siempre existe un Ser mítico, un dios hecho hombre o un hombre transfigurado en dios, que les revela las ciencias y las artes sagradas. Siendo así, y según nos dice la Tradición Unánime y Universal, el relato mítico es una enseñanza que transmite, utilizando el lenguaje emotivo de la poesía, una historia "ejemplar", una historia-modelo a imitar por los hombres. En este sentido diremos que todo relato mítico despierta una emoción intelectiva que aflora de las profundidades más recónditas de nuestro ser, trasladándonos por su intermedio a un tiempo donde lo profano, lineal y sucesivo no existe. El tiempo mítico es en verdad un no-tiempo, en el sentido al menos en que lo computamos de ordinario, lo que quiere decir que está ocurriendo siempre, en este mismo instante, pues en la realidad del Ser Universal también existen orígenes atemporales.

Vivir el mito es volver a recuperar la "memoria" de nuestro origen no-humano (la anámnesis o reminiscencia platónica) donde todo es nuevo y virginal, y la idea de anterior y posterior queda anulada por un presente sin duración cronológica posible. Utilizando la analogía simbólica, frente al poder destructor y disolvente del tiempo horizontal, que deviene en un flujo y reflujo perenne, el acontecimiento mítico posibilita un puente vertical que enlaza con un orden de realidad diferente, supra-histórico por su misma naturaleza. El mensaje que se desprende de los mitos es, pues, algo relacionado con el proceso cosmogónico, con la creación del mundo a partir de un caos primigenio. En nuestro propio trabajo interno podemos advertir este proceso arquetípico en el ordenamiento que se va implantando en nuestra confusa psiquis cuando se produce la comprensión de las Ideas expresadas por la enseñanza de la Ciencia Sagrada, llevándolas posteriormente a su efectivización práctica, vivenciándolas y experimentándolas en la propia cotidianidad. Advirtamos, por último, que las leyendas iniciáticas y esotéricas, y en un grado menor, los cuentos y fábulas que perviven en el folklore popular, son otras tantas formas que adopta el relato mítico para expresar verdades universales.

 
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NOTA:
 

Tal vez haya conceptos que por inhabituales nuestro lector rechace. Sin embargo, insista en ellos y trate de relacionarlos con otros presentes en esta misma Introducción. Quizá en otras ocasiones le resulte extraño el lenguaje en que se encuentran expresados, puesto que la analogía se representa por imágenes y conforma una poética siempre presente. Trate de asimilar y hacer suyo este lenguaje propio del discurso de la vida, el arte y la magia. Piense en la posibilidad de que por medio de este trabajo se pueda acceder a las raíces de las cosas y a su entendimiento cabal, a la par que amplía su panorama interno a través de una actitud de acrecentamiento, cultivo y superación de sus posibilidades personales. Por otra parte, esta actitud, que se reflejará inconscientemente en otros ámbitos de usted mismo, igualmente le ayudará a triunfar sobre los momentos en que se presenta, como una cruda realidad, su soledad. O usted se permita sentir compasión de sí mismo.

 
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HERACLES-HERCULES
 

Esta figura, prototipo del héroe triunfante, es decir del hombre que a través de una serie de esfuerzos y aventuras logra "divinizarse", o mejor, retornar a sus orígenes divinos (ya que es hijo de Zeus-Júpiter), es tal vez la más importante y ejemplificadora de la antigüedad greco-latina. Su simbólica incluye no sólo los doce famosos trabajos y pruebas que debe realizar a exigencias de Hera-Juno, la contraparte femenina de Zeus-Júpiter (este último símbolo del espíritu fecundador), sino igualmente una serie de fabulosas victorias que corren parejas con sus nutridas flaquezas. Esta oposición entre las energías masculinas, celestes y espirituales, y las femeninas, terrestres y materiales, prefiguradas por la pareja olímpica Zeus-Hera (Júpiter-Juno para los romanos), marcará la vida de Heracles-Hércules, nacido humano, y el que por medio de los combates purificadores de toda su existencia es recibido en el Olimpo como el hijo preferido de su Padre celestial en razón del continuado sacrificio mediante el cual no sólo ha vencido a innumerables enemigos externos, sino que ha podido salir victorioso de los combates internos contra sus indefinidas tendencias hacia la densidad, reflejo de sus innumerables egos, antes de acceder al conocimiento y la paz, emblemas de la inmortalidad del alma y la vida eterna que finalmente logra por su espíritu combativo, sublimizado por la búsqueda constante del Espíritu y la Verdad, a través de un recorrido jalonado de errores, rectificaciones y logros.

Narrar los trabajos, hazañas y aventuras de este héroe llevaría por lo menos un volumen. Nos limitaremos a dar a los lectores algunos de los elementos de la rica simbólica de este personaje mítico, recordando que todos sus infortunios y caídas son provocados por Hera, imagen de sus impulsos destructores y descendentes, puesto que esta divinidad le maldijo por el hecho de ser hijo de su esposo Zeus (el espíritu ascendente), el que le fue infiel al procrear a Heracles fuera de su olímpico matrimonio, razón por la que el héroe humano debe ser objeto de su venganza y su nefasta influencia. Es importante recordar que el nombre Heracles significa "la gloria de Hera". Señalaremos que todos estos "trabajos" o combates tienen el discurso de un poema continuado y se refieren a la purificación del espíritu gracias a la victoria sobre los oscuros impulsos "materiales", es decir entre la oposición y la complementación de lo más sutil y lo más denso.

En sus primeras acciones Heracles domina al jabalí de Erimanto, vence al toro de Creta y ahoga al león de Nemea. Todos estos animales simbolizan a las fuerzas vivas de las pasiones, a las que el héroe debe imponerse sin negarlas, ya que debe enfrentarlas como obstáculos en su camino. Igualmente sojuzga a la reina de las amazonas, o sea a su parte pasiva y oscura, uno de sus egos inestables. También mata a la hidra de Lerna, imagen de esos egos serpentinos a los que es casi imposible cortar la cabeza, labor que se le facilita por haber anteriormente limpiado de estiércol las caballerizas de Augías. Luego se impondrá sobre el gigante Geriones y sobre Anteo y Diomedes, símbolos de la bestialidad y lo antiespiritual, y puede así cazar a los emisarios celestes, los pájaros del lago de Estinfalo, lo que le permitirá obtener viva a la cierva de los pies de bronce, imagen de la ligereza, levedad y rapidez. Finalmente llega al jardín de las Hespérides, donde obtiene el fruto áureo de sus esfuerzos, lo que le facilita dominar al perro-monstruo de tres cabezas, Cerbero, guardián del Tártaro (como el dragón en otras tradiciones), último de sus obstáculos en el camino de la reintegración al Sí Mismo.


fig. 2

 
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CABALA
 

La Cábala enseña que las energías recorren el Arbol de la Vida desde la Unidad, Kether, signada por el número uno, hasta la manifestación formal y substancial, el mundo y la materia tal cual los conocemos y los perciben los sentidos. Este flujo de energías, o vibraciones, casi imperceptibles, son llamadas emanaciones, y conforman cualquier manifestación, así fuere este o aquél el género, la especie, forma, el tipo o la dimensión en que ella se exprese. Las energías de las sefiroth –todas ellas invisibles, menos Malkhuth, síntesis y recipiente de todo el Arbol– realizan un camino descendente sucesivo desde la unidad (1) Kether, hasta la década, la Tierra, o el Mundo, Malkhuth (10), que es un reflejo invertido de Kether (10 = 1 + 0 = 1). Las demás sefiroth, o numeraciones, son tomadas como intermediarias entre la inmanifestación y la manifestación. Y se las considera como los distintos aspectos, o atributos, de una sola y misma energía. Como las formas que tomara un hilo de agua al bajar de la montaña (manantial, arroyo, remanso, cascada, afluente, río, etc.) hasta llegar al mar.

 
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ETIMOLOGICAS
 

Un tema de interés, y que amplía nuestro campo investigativo, es el de la etimología de las palabras. Los orígenes culturales son sagrados, ya que un dios o una diosa patrocina y revela siempre las artes, las ciencias, las industrias, la organización, etc., y esto es unánime para todos los pueblos. También el lenguaje le fue enseñado en un tiempo mítico a los hombres. En efecto, al hombre se le ha dado la potestad de nombrar, es decir de re-crear, puesto que los nombres, para la Cábala y el esoterismo en general, designan la esencia de las cosas; y esta potestad del Verbo se encuentra implícita en todo lenguaje. Esto quiere decir que no hay disimilitud entre las cosas y su nombre, ya que éste significa la realidad de la cosa, la energía que éste representa y que el nombre confirma y revela. No es pues la lengua una convención, ni las palabras juegos artificiales o primitivos balbuceos, que manifiestan exclusivamente necesidades "físicas" o utilitarias. Los orígenes de las palabras son importantísimos e iluminadores, pues las raíces de donde provienen, así como los diferentes sentidos que ellas tienen, o pueden tener, y las relaciones a que estas analogías nos llevan, conforman un estudio revelador acerca de los conceptos de donde ellas derivan, las que por su uso profano se han desgastado y han perdido así su tremendo valor evocador y anímico, hasta hacerse consumibles e insignificantes. Un simple diccionario que traiga la etimología de las palabras es todo lo que necesitamos para comenzar nuestra búsqueda de raíces y orígenes, que nos redituará más de una bella y agradable sorpresa. También, y en otro sentido, el averiguar el significado de nuestro nombre profano, el por qué lo llevamos, y la biografía de aquél o de aquéllos que se han llamado con el mismo símbolo apelativo. Por otra parte, en la vida cotidiana hay concatenaciones de palabras relacionadas con la Astrología, la Alquimia, la Cábala, la Magia, la Metafísica, etc. Los días de la semana constituyen un ejemplo evidente: Lunes = Luna, Martes = Marte, Miércoles = Mercurio, Jueves = Júpiter, Viernes = Venus, Sábado = Saturno, Domingo = Sol (en inglés Sunday).

 
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CABALA
 

El modelo del Arbol de la Vida Sefirótico ordena de manera prototípica las fuerzas verdaderas que constantemente producen el hecho creacional, o sea el descenso de las emanaciones espirituales que conformarán posteriormente aquello que vulgarmente llamamos materia, o plano físico, o hylico. Por lo tanto merced a la familiarización con estas energías, es decir con su aprehensión, se puede ir tejiendo el sentido analógico de vibraciones y correspondencias que mantienen ligado al Universo entre sí en sus aspectos visibles e invisibles, materiales o inmateriales, con el propósito de ir ascendiendo a otros planos de identificación con el Ser Universal por medio de los vehículos herméticos y la doctrina tradicional. A continuación ofrecemos otras correspondencias astrológicas y alquímicas del diagrama. También incluimos en él a En Sof (Sin Fin), que se halla por encima de Kether, simbolizando el No-Ser, lo auténticamente metafísico y supracósmico, incluso lo no manifestado ni siquiera como Principio.

Con el objeto de ir "cargando" las esferas del Arbol de la Vida, con ideas que sirvan de soporte a la meditación y promuevan la realización, queremos ir agregando algunos elementos referidos a sus relaciones astrológicas, que nos ayudarán a comprenderlos mejor. Ellas están vinculadas con las nueve esferas de la cosmogonía tradicional, siete de ellas correspondientes a los planetas.  

En Sof, el No-Ser, asimilado por los cabalistas muchas veces a la Nada supraesencial, es decir, a la Vacuidad, se encuentra más allá del firmamento, y a él se llega atravesando a Kether, al que puede atribuirse el simbolismo de la estrella polar, como Puerta de los Dioses, verdadera piedra filosofal de la que pende la plomada del Arquitecto del Universo. Este astro reina en el empíreo, sitio del fuego puro y eterno, lugar del cielo en que los arcángeles, ángeles y bienaventurados gozan de la presencia perenne de la Suprema Deidad, pues en él converge el eje central, siendo las estrellas fijas e incorruptibles asimiladas a Hokhmah. A Binah se le relaciona con Saturno o Cronos, el Tiempo Vivo y siempre presente, que devorando a sus hijos, la creación entera, la regenera perennemente y hace posible que los seres manifestados regresen a su inmanifestada morada eterna, siendo éste el padre de Zeus o Júpiter –Rey del Olimpo– que como Hesed gobierna y legisla la Creación entera. Gueburah, el riguroso destructor, es asimilado a Marte, dios guerrero. Y Tifereth, la Belleza divina, Centro de Centros, se relaciona claramente con el Sol, dador de la vida, luz y calor, a través del cual accedemos a aquellos mundos superiores.

Los tres planetas interiores, que se encuentran con respecto a la Tierra más cercanos que el Sol, y cuyos ciclos son más rápidos, son colocados en el mundo de Yetsirah, y se relacionan con las esferas de este plano. Netsah, como ya sabemos, corresponde a Venus, diosa del Amor, amante de Marte, a quien "desarma" por el delirio pasional. Ella, como las Musas y las Gracias, es inspiradora de los artistas, y da la victoria a los que la comprenden, siendo entonces emisaria de la belleza y de la unión. Hod es relacionado con Hermes-Mercurio, el rápido mensajero alado de los dioses, que distribuye en la Tierra sus enseñanzas y señales. Se lo ve representado con alas en los pies, que se refieren a su velocidad y a su relación con lo que vuela. Y asimismo con el símbolo del Caduceo, las dos serpientes que ascienden por el eje vertical, las que tienen un par de alas que nos indican su aspecto volátil. Este último ha pasado a ser el símbolo de la medicina, pues como dijimos Hermes-Mercurio –y los dioses, ángeles y espíritus que se le relacionan– ha sido siempre considerado como un médico de cuerpos y almas, el curandero divino, promotor de los ritos y la muerte iniciática, gracias a la cual recuperamos la salud. Finalmente, a Yesod se le asigna la Luna, la reina de la noche, que unánimemente ha sido vinculada con la madre celeste, la ilusión de las formas, las aguas inferiores y los mares –así como con todos los líquidos– y sobre todo con la fecundación y la fertilidad que se concreta en la Tierra.

 
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ASTROLOGIA
 

Van aquí algunas características acerca de los siete planetas que, como acabamos de ver, se articulan perfectamente en el diagrama cabalístico:

SATURNO: Saturno es el planeta más alejado de la tierra, pero también el más elevado. En la astronomía judiciaria (Astrología) se lo suele ver como lento (efectivamente lo es) y pesado (la Alquimia lo equipara al plomo), y por lo tanto se lo asocia a la vejez en sus aspectos negativos, en oposición con la agilidad y ductibilidad de Mercurio. Sin embargo, y pese a que las vibraciones de este astro son percibidas psicológicamente como un estado de melancolía y desasosiego espiritual, es el preámbulo a realizaciones profundas, ligadas a lo que está más allá, a lo más elevado, misterioso y oculto. La experiencia y la inteligencia son algunos de sus atributos, a los que debemos relacionar igualmente con la ancianidad, e inclusive con la Antigüedad. Todos los planetas tienen un aspecto maléfico y otro benéfico, al igual que cada una de las sefiroth: una mitad luminosa que mira a Kether, y otra oscura que mira a Malkhuth. 

JUPITER: Entidad benéfica y generosa; Padre de los dioses e hijo de Saturno, esta precedencia nos está dando no sólo la idea de energías que se establecen jerárquicamente, sino también la de un orden invariable. Alimenta constantemente la hoguera de la vida y sus efluvios regeneradores procrean de continuo nuevos seres, ideas y cosas, sin más limitaciones que el ejercicio que a veces provee con su arma: el rayo.  

MARTE: Marte destruye en el escenario del Mundo todo lo que ya es inútil e innecesario, aunque a simple vista no sea siempre claro su papel regenerador. Dios de la guerra, imprescindible para una perpetua renovación universal, su influencia puede advertirse no sólo en las luchas humanas sino igualmente en las perpetuas batallas macrocósmicas.  

SOL: Es el intermediario directo entre lo inmanifestado y la manifestación. Su energía, que extrae de lo más oculto de las posibilidades del cielo, es proyectada sobre el plano de la creación, produciendo todas las cosas manifestadas, de las que es el Padre a nivel creacional, el hombre incluido. Su energía radiante y ubicación central es imprescindible para la vida, a la que sella y conforma. 

VENUS: Conocida diosa del Amor, se encarga nada menos que de unir los fragmentos dispersos del ser y el universo. En su aspecto más alto se relaciona con los misterios espirituales y místicos del amor, y el coito con los dioses. Su aspecto más bajo se halla en relación con la personalidad y se expresa por la posesión del otro y la energía genital. 

MERCURIO: Emisario de los dioses, sus energías son asimiladas por los mortales como revelaciones que su versatilidad imprime en la inteligencia. Es por lo tanto un iniciador y su rapidez mental –plata viva– le permite valorizaciones intuitivas inmediatas que a veces pueden complicarnos; recuérdese asimismo que es el númen de charlatanes, comerciantes, e incluso ladrones. 

LUNA: Astro evidente y nocturno, está relacionado con la Tierra –de la que ella es una imagen celeste–, la fecundación y la potencia esencial de los efluvios vitales. Su identificación con las aguas y la oscuridad resulta sencilla de comprender. Preside la noche, y su débil luz, y la periodicidad de sus ciclos, nos anuncian la presencia de otras realidades ocultas, más allá de los fenómenos psíquicos que constituyen su reinado. 

TIERRA: En ella maduran las energías de los astros que concretan la "materia" del mundo. Es por lo tanto símbolo de la densidad y de la atracción de la gravedad hacia lo bajo. En su seno bullen energías análogas a las de las estrellas y en su cráter se cocinan las cosas más evidentemente substanciales.

 

 
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ALQUIMIA
 

Los 4 Elementos. Es conocida la división en cuatro elementos que la antigüedad grecorromana estableció en sus cosmogonías. Como nuestros lectores saben ellos son Fuego, Aire, Agua y Tierra, y se encuentran presentes en tal o cual proporción en todo aquello que consideramos como materia. De hecho estos elementos forman una cadena, o serie sucesiva, ya que el Fuego se equipara al principio vital que el Aire transporta y el Agua difunde hasta concretarse en Tierra. Hay, asimismo, distintas relaciones entre estos elementos, al punto de que la serie puede alterar su orden, incluso invertirlo. Y así vemos que la Tierra, equiparada a lo sólido (hielo) puede licuarse, para luego evaporarse y transformarse en Aire (hálito vital) emanado directamente del Fuego (elemento radiante), verdadero agente creacional mediante su doble manifestación: luz y calor. Débese apuntar que estos elementos encuentran en su ronda un denominador común al que ellos se refieren y que es su esencia, de la que dependen. Ese elemento misterioso del cual los principios radiante, aéreo, fluídico y compacto dependen –ya que es su origen perpetuo–, y que a su vez los sintetiza, es llamado por los alquimistas quintaesencia. De hecho el Fuego es su primer representante, ya que toda acción cocinada en el Athanor o crátera, tanto del macro como del microcosmos, necesita de su participación, capaz de generar y también de destruir, a veces completamente. Por lo que un uso atinado y sobre todo regulado de este elemento es imprescindible en cualquier operación alquímica, ya que todas ellas, divididas en dos grandes temas, disolver y coagular, se efectúan a partir de la cantidad de fuego (luz y calor) utilizada o no en diferentes procedimientos transmutatorios.

Va de suyo que estos "elementos" a los que nos referimos no son estrictamente materiales, sino símbolos de Principios Universales y no substancias concretas tomadas en sentido literal. Debemos aclarar que esto mismo es válido para los siete metales, identificados con los siete planetas astrológicos con que la Alquimia trabaja, ya que tanto el hierro como el mercurio, etc., exceden los límites de su designación con respecto a lo que ordinariamente se entiende por estas nomenclaturas.

También se suele combinar a menudo los tres principios alquímicos, Azufre, Mercurio y Sal, con los cuatro elementos, y de diversa forma. En aritmosofía esto se expresa así: 3 + 4 = 7; 3 x 4 = 12. Resulta obvio que esta formulación está ligada a la simbología astrológica y por lo tanto también a ritmos y ciclos que asimismo obedecen a Principios Universales.

 

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