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LOS CICLOS Y LA HISTORIA
 

El proceso histórico de las civilizaciones y las culturas está signado en realidad por las leyes de los ciclos y de los ritmos que como sabemos son las mismas que rigen en todos los órdenes de la manifestación universal. El simple hecho de comprobar que una civilización, como todo ser, nace, crece, decae y muere, es un ejemplo más, y bastante gráfico, de que ésta sigue y repite a su nivel correspondiente la ley cuaternaria en que se fragmenta todo ciclo.

Sirviéndonos una vez más de las analogías y correspondencias simbólicas podemos comprobar que los ciclos de las civilizaciones están todos ellos comprendidos dentro de un ciclo mayor que abarca el de la existencia completa de la humanidad, que se divide en cuatro períodos o grandes edades, que los hindúes llaman un Manvántara, y que comprende la Edad de Oro, la Edad de Plata, la Edad de Bronce y la Edad de Hierro, según términos que tomamos de la antigüedad greco-latina. Siguiendo con la misma ley analógica, los ciclos históricos están inexorablemente vinculados al flujo y reflujo del tiempo cósmico en su perpetua recurrencia. En este sentido las eras astrológicas, en las que un signo zodiacal domina con su influencia un determinado período histórico, verifica lo que decimos.

Considerada globalmente, la historia de la humanidad se nos presenta como un inmenso decorado o escenario (el teatro del mundo) en el que se puede observar cómo pueblos enteros aparecen y desaparecen obedeciendo a una ley inexorable. Igualmente podemos ver a la historia como un gran cuerpo (al igual que el cosmos mismo) cuyos órganos, y la indefinidad de células que lo componen, tienen la misión de hacerlo funcionar. Y así como el cuerpo físico está animado por un corazón que le insufla la vida, de igual manera la existencia y la propia razón de ser de las sociedades humanas ha sido posible gracias a que han albergado en su interior el depósito sagrado del Conocimiento y de la doctrina metafísica, que no es otra que la Ciencia Sagrada.

Sin la presencia de los símbolos, ritos y mitos reveladores de lo suprahumano –y mediante los cuales se puede escapar de la recurrencia cíclica de los nacimientos y muertes signados por el Dios Tiempo que todo lo abarca– la historia carecería de sentido y no sería sino un absurdo, pues le faltaría lo más esencial, que es el Espíritu; o bien devendría una mera formulación de datos y fechas encasillados en compartimentos estancos sin relación entre sí, cuando en verdad es todo lo contrario: una poética donde queda impresa el alma de hombres y pueblos.

Si el cosmos entero obedece a un plan y a un orden que responde a los designios divinos y en el que todo desempeña una función y un destino específico, es obvio que las civilizaciones y las culturas tradicionales participaron en la realización y cumplimiento de ese plan, perpetuándolo en cada ciclo particular con sus formas y características propias, avivando y manteniendo así el fuego inextinguible de la Sabiduría de los orígenes. En este sentido existe necesariamente un hilo de continuidad sutil e invisible entre todas las civilizaciones y especialmente entre aquéllas que se han manifestado en una misma área geográfica o continente.

Cuando una civilización, al agotar sus posibilidades existenciales, está a punto de perecer, otra, más joven y con elementos nuevos viene a sustituirla, produciéndose con frecuencia una especie de ósmosis espiritual o transferencia de los principios sagrados de una a otra.

 
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JANO
 

Janus-Bifrons, dios romano, de origen babilónico-asírico, y que se encuentra también en otras tradiciones muy arcaicas, mira con su rostro dual en las direcciones opuestas del espacio y del tiempo calendárico. Espacialmente marca el eje Norte-Sur, temporalmente el solsticio de invierno y de verano. Es pues un mediador entre cielo y tierra, en cuanto a que al cielo se le ha hecho corresponder con el Norte e inversamente a la tierra con el Sur. Igualmente es la deidad que abre en el hemisferio Norte la puerta del año en invierno –movimiento ascendente del Sol– y la cierra en el solsticio de verano, cuando el astro comienza su carrera descendente. Desde un punto de vista iniciático el solsticio de verano corresponde a la puerta de los hombres y constituye la entrada a los misterios menores de la antigüedad, mientras que el de invierno se vincula con la puerta de los dioses y los llamados misterios mayores. Astrológicamente, el verano, asociado al mediodía, se corresponde con el signo de Cáncer, mientras el invierno lo hace con el de Capricornio. La Navidad cristiana (uránica) se celebra el 24 de Diciembre, y el 24 de Junio se festeja la noche de brujas (ctónica). En estas mismas fechas en la Masonería se recuerda a los dos San Juan, al que abre la historia evangélica y al que recibe el mensaje testamentario.



fig. 20


Toda clase de hechos asombrosos y heroicos atribuyeron los romanos a Jano, uno de los más grandes dioses de su panteón. Entre otras cosas habría gobernado Roma en una edad de oro, donde todo era perfecto. También era el protector de la ciudad y en tiempo de guerra las puertas de su templo se dejaban abiertas para que pudiera acudir a ayudar a sus habitantes. Deidad intermediaria que con su doble faz todo lo señala, símbolo de la ambivalencia, en particular del hombre, sus atributos eran la llave y la barca, heredadas por los pontífices católicos.

Su rostro central, invisible, está vinculado con el no-tiempo, o tiempo primordial de los orígenes, y se corresponde en lo espacial y constructivo con el eje de simetría, y por lo tanto con una vía o camino de unión, de permanente conjunción de opuestos, lo que explica que presidiera en los Collegia fabrorum, los gremios e iniciaciones de los artistas y artesanos romanos.

 
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SOBRE LA GRAMATICA, DIALECTICA Y RETORICA:
 

Precedentemente hemos tocado el tema de las siete artes liberales (Nº 57-58). Allí decíamos que al Trivium (la triple vía) le corresponde la Gramática, la Dialéctica y la Retórica, o sea las palabras, voces y nombres de las cosas y que en el esoterismo cristiano se asimilaban respectivamente a las esferas de la Luna, Mercurio y Venus. Para Alfonso X, el Sabio, la primera de estas ciencias "limpia la lengua tartamuda" para que hable en forma recta, la segunda "lima el orín de la falsedad", la tercera "entalla la obra necia y compónela de hermosuras"; igualmente, la primera "da al hombre el entendimiento", la segunda "le induce en la creencia de las cosas", a saber: en la verdad, la tercera "amonesta y trae las otras a acabar los hechos que ellas quieren" o despiertan; del mismo modo: "la primera nos enseña a hablar derechamente, la segunda a ser útiles y agudos; la tercera a decir amonestando y apuestamente".

Con respecto a la Gramática decía Aristóteles que ella era "escribir lo que se enuncia"; en todo caso esto tiene poco que ver con lo que hoy se entiende por gramática. Y está bien claro que ella existía antes que su mera codificación, como es obvio para establecer una similitud que el derecho ha existido antes que las leyes romanas. La pretendida ciencia moderna incluye ciertas rigideces que es preciso destruir; la gramática castellana, tal cual la conocemos, nace en el siglo XVIII y es contemporánea de Descartes y el racionalismo. Este problema viene de lejos: Horacio afirmaba que el uso es el árbitro y señor de las lenguas y las normas un artificio auxiliar. Esta misma crítica es válida respecto a la lógica, tomada como ciencia, y su asimilación, ora a la dialéctica, ora a la retórica, y puede pensarse con razón que este error de la manía clasificatoria viene desde lo hondo de la filosofía griega, en gran parte iniciado por el propio Aristóteles, lo que ha dado lugar a los "sistemas" de los modernos (en especial después del siglo de "las luces") y que desgraciadamente hoy se identifican con la "filosofía".

 
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CABALA
 

La Cábala da fundamental importancia a la aparente contradicción entre la trascendencia infinita de Dios y su presencia inmanente en la tierra. En su trascendencia el Supremo no puede ser comprendido ni conocido; su inmanencia, su creación de este mundo y su habitación en él, es explicada por la Cábala, como hemos estado viendo a lo largo de este manual, por una serie de emanaciones sucesivas que constituyen el cosmos y el Arbol de la Vida Sefirótico, o sea los atributos divinos conformando el Universo.

Pero esas emanaciones, enseña la Cábala, han sido a su vez originadas por la Tsim Tsum. Para hacer sitio a la creación Dios se retira y deja un espacio descubierto, en el que brilla un pequeño punto luminoso, la concentración de la luz divina que hará posible la primera emanación, Kether, y de allí en más el flujo permanente de las emanaciones creativas y reveladoras. Esta es la teoría (en el sentido etimológico del término) de la Tsim Tsum cabalística. Una "contracción" en el espacio interno de la deidad, la que al retirarse deja un residuo de sí (reshimu), el que se convierte por dilatación en su fuerza expansiva y creadora, y las emanaciones que de ella se desprenden son las que explican la creación entera, el despliegue de lo manifestado, y por lo tanto la presencia de Dios en el Mundo, la inmanencia divina.

 
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ASTROLOGIA
 

Como ya sabemos hay tres signos zodiacales asignados a cada uno de los elementos, a saber: fuego, tierra, aire, agua. Así al fuego corresponden los signos de Aries, Leo y Sagitario, a la tierra Tauro, Virgo y Capricornio, al aire Géminis, Libra y Acuario y al agua Cáncer, Escorpio y Piscis, como puede apreciarse en el precioso grabado de más abajo. 


fig. 21


Algunas especulaciones astrológicas y herméticas consideran que los signos zodiacales correspondientes a un elemento se dividen a su vez en tres tipos de energías o cargas energéticas: positiva, negativa y neutra; así, por ejemplo, de los tres signos zodiacales asociados al fuego, Aries sería el positivo, Leo el negativo o pasivo y Sagitario el neutro. Damos a continuación una tabla de los signos, su vinculación con el elemento y su carga energética dentro de ese mismo elemento.
 

Aries Fuego Activa Libra Aire Activa
Tauro Tierra Pasiva Escorpio Agua Pasiva
Géminis Aire Neutra Sagitario Fuego Neutra
Cáncer Agua Activa Capricornio Tierra Activa
Leo Fuego Pasiva Acuario Aire Pasiva
Virgo Tierra Neutra Piscis Agua Neutra
 
En los signos vinculados con la tierra Tauro es pasivo, Capricornio activo y Virgo neutro; en los de aire Libra es activo, Acuario pasivo y Géminis neutro y en los de agua Cáncer funge como energía activa, Escorpio como pasiva y Piscis como energía neutra.
 
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LA CONFUSION ENTRE METAFISICA Y ASCETISMO:
 

Muchas personas sufren un pecado que es preciso aclarar, que puede ser la raíz de muchísimos otros males, y que, incluso, les sea un impedimento para su realización. Este equívoco trata de la tremenda limitación de comprender lo sagrado tan solo como santidad, y por lo tanto como algo inalcanzable del que sólo son dignos aquellos pocos elegidos completamente fuera de serie, llamados "Santos" (ya sean de una u otra tradición, en particular si lo demostraran con fenómenos, milagros o cuestiones paranormales), con toda la carga devota, piadosa, beata y supersticiosa que esa idea trae aparejada. Estos santos o santones y tanto mejor si fueran ascetas serían los auténticos "maestros" y no los sabios o los guerreros y menos aún los artistas o comerciantes, que desde luego son apreciados, y hasta respetados, pero a los que no se les da una categoría más que secundaria casi profana por el hecho de que en última instancia estas gentes a las que nos estamos refiriendo asocian "espiritualidad" exclusivamente con "santidad", y aun con castidad y otras cosas peores, a saber: con lo "religioso" y lo "moral" y no con lo metafísico.

Se quiere dejar sentado que las vías de realización espiritual son varias y distintos los caminos que a ella llevan. Y no sólo son distintas las formas tradicionales sino que dentro de cada una de ellas hay caminos diferentes de iniciación. Este manual nos da numerosos ejemplos de ello. Lo que interesa es la realización del Conocimiento y la obtención de la Sabiduría, lo que no excluye lo emocional, ni ninguna otra experiencia encaminada a ese fin, y tampoco se opone a lo "religioso", y menos aún a lo moral, siempre y cuando estos conceptos no pretendan usurpar el territorio de lo metafísico y tratar de reducirlo, en el mejor de los casos, a un mero "misticismo", y en el peor, a una moral basada en ciertas normas de conducta convencionales que son juzgadas oficialmente como "buenas". Normas que darían su aprobación hipotética a lo que se debe entender por sagrado de acuerdo a parámetros que ésta fija, basada en la mojigatería derivada del error de pretender conocer lo sagrado, cuando en realidad se lo suplanta por lo religioso y lo moral y por desconocimiento se lo identifica siempre con la "santidad" o con el "ascetismo", los que no son sino algunas de las sendas, cuando lo son, en el viaje del Conocimiento.

 
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LOS CICLOS Y LOS RITMOS
 

Hemos puesto énfasis reiteradamente en la necesidad de percibir el tiempo no en forma lineal –que es la ordinaria– sino de modo circular, o cíclico, que nos permita ampliar nuestra visión. Aun más, recomendamos simbolizarlo en forma de espira, o como una doble espiral que nos haga percibir su movimiento desde el centro a la periferia, y desde ésta nuevamente a la unidad. Las tradiciones antiguas así concibieron al universo: como el resultado de una "explosión" (producida por un sonido o verbo) de una minúscula partícula de energía que contenía dentro de sí todas las posibilidades latentes de ese universo. A partir de ese hecho original el mundo se expande hasta sus propios límites, llegando a un punto en que finalmente "el tiempo se detiene" para emprender un recorrido en sentido inverso, contrayéndose, en busca nuevamente del origen central, desde el cual "explota" nuevamente. En verdad, desde la perspectiva de ese mismo centro, que es eterno, ese doble movimiento es simultáneo y siempre presente, y es en ese punto donde debemos tratar de ubicarnos cuando hagamos nuestras meditaciones al respecto.

El nacimiento y la expansión hasta llegar al límite y su retorno o contracción en el origen, también percibida como una muerte o nuevo nacimiento, es una ley natural que regula no sólo al universo como un todo, sino también a cualquier ser o manifestación particular. La célula, la molécula, cada entidad de los variados géneros de la naturaleza, el hombre, las civilizaciones, la tierra, el sistema solar, la galaxia etc., son una unidad en perpetua armonía y ritmo. Cada cual en su propia dimensión vive ciclos cuaternarios que se expresan claramente en las fases del día y de la luna, las estaciones del año, las etapas de la vida del hombre, los animales y las plantas, los ritmos todos de la naturaleza y la historia, y, en términos más amplios, los del cosmos en el que los antiguos pudieron concebir –y calcular– las grandes eras.

Los ciclos astronómicos, como sabemos, son enormes; pero dentro de esos ciclos están insertos otros menores, que a su vez contienen otros, y así sucesivamente, hasta llegar a los más pequeños. Veremos luego dos de estos períodos que tomaremos como "módulo" para entrar al tema de lo que la tradición ha llamado "las cuatro edades de la humanidad".

 
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ANGEOLOGIA I
 

Es por la intermediación angélica que el Absoluto se nos hace visible. "A Dios, nadie le ha visto jamás" dice el texto sagrado; pero hay un rostro que Dios muestra al hombre y ese es el Angel de la Faz en el que reposa el Nombre Divino Supremo.

Los Angeles son el soporte de los Nombres del Innombrable. Son Dios y al mismo tiempo son cognoscibles; habitan, o son, el lindero entre lo visible y lo invisible y es por ello que se les llama mensajeros (en hebreo Malakh).

El mundo angélico es 'Dios en función'; Dios como sujeto activo. La creatividad divina se manifiesta por su intermedio, determinando la diversificación de los seres que, sin separarse de Dios, garantizan la presencia de lo Divino en la tierra (Shekhinah). Es por ello que su función es teofánica. Y así como la Geometría describe el 'orden de la tierra', el 'orden celeste' está constituido por el mundo angélico y su estructura invisible gobernada por Metatrón.

Proporciones geométricas y armonías musicales nuevas (equilibrios y conjuntos de significados) son las primeras manifestaciones perceptibles al hombre que toma contacto con su ser esencial: con su ángel. Un Angel es la realidad esencial de cualquier ser, o sea, su 'siendo' en su grado más elevado; y es por ello que se puede hablar del ángel de un paisaje o de cualquier obra creativa. "Tu Señor Divino y personal, es tu Angel por el que Dios te habla de boca a oído"; es también el nombre propio y el 'aroma', la 'melodía' personal.

Los Arcángeles, como arquetipos que son, habitan el mundo beriyáhtico (o plano de la Creación) en el que se desarrolla el primer capítulo del Génesis. La denominación de 'ángel', aunque es genérica, se da a los espíritus revestidos de ropaje formal que habitan el plano de Yetsirah (o Mundo de las Formaciones).

Los cuatro arcángeles que se suelen mencionar (Miguel, Rafael, Gabriel y Uriel) surgen de y son movilizados por el Verbo creador, para llevar a cabo el desdoblamiento de la palabra en los cuatro mundos que fluyen de las cuatro letras del nombre de YHVH, y mantienen igualmente en guardia los cuatro puntos cardinales o "cuatro campos de la Shekhinah".

 
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LA TRADICION UNANIME:
 

Muchas veces el lector a lo largo del Programa se ha encontrado con la idea de una Tradición Unánime y Universal, que manifestándose por medio de las culturas y civilizaciones adquiere distintos modos y conforma diferentes historias particulares, pese a lo cual, y más allá de la disimilitud de sus aspectos y de una lectura literal y chata de los mismos, se encuentra una identidad esencial. Eso se debe a que esa Tradición Universal y Unánime, que se presenta como algo anterior y horizontal en la historia, es desde otro punto de vista algo vertical y arquetípico que ha existido y existirá por siempre, o sea como algo a-histórico. En ese orden de realidades la Tradición estará viva perennemente, pues se halla entretejida en la trama misma de la vida y es consubstancial con el hombre, amén de los distintos ropajes en que se expresa, de acuerdo a las diferentes coordenadas y variables de tiempo y lugar.

Uno de los ejemplos más nítidos de esta "coincidencia" es la correlación macro-microcosmos, es decir la inversión (exterior-interior) y conjunción indisoluble siempre presente entre el hombre y el mundo, sustentada por todas las tradiciones.

Esta perspectiva y convicción, que hace del hombre un pequeño todo, un reflejo de las energías divinas, se manifiesta también a lo largo de su organismo físico, recipiendario y contenedor de las emanaciones cósmicas, las que se encuentran potencialmente vivas en su espacio corporal. Sin embargo hay que tener presente que cuando las distintas formas tradicionales nos hablan de estas correspondencias, no se están refiriendo exclusivamente al cuerpo humano en su nivel más denso y elemental, sino a los cuatro planos y lecturas en que se dividen todos los seres y cosas existentes, de la cual el mero organismo físico, su salud y su musculatura, es la parte más periférica y superficial y por lo tanto casi un objeto de culto de la extraviada mentalidad contemporánea.

 
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ARITMOSOFIA
 

La aritmética tradicional prestaba gran importancia a los números "proporcionales", es decir a aquellas cifras que los caracterizaban, sin importar, salvo en forma secundaria, el agregado de uno o más ceros. Así los números 26.000, 2.600, 260 y 26, siendo el primero de ellos la cantidad "redondeada" correspondiente a la precesión de los equinoccios (ver "Astrología", Nº 43), cuya mitad es 13.000, o sea la cantidad de miles de años del Gran Año Caldeo y Griego. En cuanto a 260, esta es la cifra del calendario ritual mesoamericano; con respecto al 26, recordaremos que este número es la suma de las letras Iod = 10, = 5, Vau = 6, y = 5, componentes del sagrado Tetragramatón hebreo IHVH (el nombre de Iahvé, o Iahveh equivalente al de Jehová o Jehovah), nombre que por respeto, o sea por temor de Dios, no puede pronunciarse, sino tan sólo escribirse, de acuerdo a la tradición cabalística.

De otro lado, y siempre con referencia a estos números "proporcionales", señalaremos que multiplicar por cinco es lo mismo que dividir por dos. Vgr.: el número veinticinco mil novecientos veinte (correspondiente a los años exactos de la precesión equinoccial) dividido entre dos, da doce mil novecientos sesenta (25.920 ÷ 2 = 12.960); multiplicado por cinco nos da ciento veintinueve mil seiscientos (25.920 x 5 = 129.600). Sólo hay un cero de más. Inversamente, multiplicar por dos es igual que dividir entre cinco: (25.920 x 2 = 51.840); (25.920 ÷ 5 = 5.184). Aquí la diferencia es un cero quitado a la cifra-raíz numérica.

Queremos dar un ejemplo de trabajo numérico, partiendo de la base de que se entiende que los números son sagrados y por lo tanto nada hay de arbitrario en ellos, ni tampoco en las operaciones que con ellos se efectúan, las que producen a veces resultados que asombran, los que la mente primitiva o tradicional vive como mágicos, o cargados de una energía especial por algún motivo. Ello se debe a que de acuerdo a esa mentalidad todo en el universo es solidario y está unido por una serie de relaciones, a veces invisibles, por lo que nada hay de "casual" en este mundo.

Ejemplo: la práctica más sencilla a observar referida a lo expresado anteriormente es, sin duda, una comprobación geométrica, a saber: que el radio de un círculo divide a la circunferencia, siempre, en seis partes iguales. Imagínese lo que es para la mentalidad tradicional esta comprobación efectuada con un simple cordel con el que se traza la circunferencia, cuya longitud está contenida seis veces exactas en el perímetro trazado. Sin duda esto obedece a una realidad mágica, o mejor, metafísica, y tiene una razón profunda de ser, y no son simples datos sin ningún sentido. Este hecho es excepcional para el primitivo y esta comprobación asombrosa aparece cargada de significados.

Podemos ahora hacer unos ejercicios numéricos, sólo con el ánimo de mostrar algunos aspectos curiosos o sorprendentes de la cábala numérica, aritmosofía o numerología: si al citado número veinticinco mil novecientos veinte lo dividimos entre dos, obtenemos el doce mil novecientos sesenta (25.920 ÷ 2 = 12.960). Si a ese mismo número lo dividimos por cinco obtenemos el cinco mil ciento ochenta y cuatro (25.920 ÷ 5 = 5.184). Y si sumamos este número con el mil doscientos noventa y seis (proporcional del doce mil novecientos sesenta) obtendremos el seis mil cuatrocientos ochenta (5.184 + 1.296 = 6.480). Si a ese resultado lo dividimos por cinco nos da ¡oh sorpresa!, nuevamente el mil doscientos noventa y seis (6.480 ÷ 5 = 1.296). Pero lo curioso de este ejemplo es que el número seis mil cuatrocientos ochenta es proporcional al sesenta y cuatro mil ochocientos, que según la tradición hindú es el número correspondiente al gran ciclo de un Manvántara, el que se subdivide en cuatro subciclos relacionados proporcionalmente con las cuatro edades de la humanidad: la de oro dura 25.920 años, o sea la cifra de la precesión equinoccial o el "año" de la tierra; la segunda, o de plata, dura 19.440 años; la tercera de bronce, 12.960; y la última, de hierro o Kali Yuga, 6.480 años. Es interesante observar que esta proporción numérica corresponde a la de la Tetraktys pitagórica: 4 + 3 + 2 + 1, lo que por cierto da 10 de resultado.

 
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ASTROLOGIA
 

En el Nº 63, dábamos la correspondencia de los signos zodiacales con respecto a los cuatro elementos, y al mismo tiempo la carga energética que cada uno de ellos posee en relación a los otros dos signos con los que comparte dicho elemento.

Queremos ahora agregar una tabla de origen medioeval donde se asocian los signos zodiacales con las características de determinadas piedras presentes en la entera naturaleza. Deseamos destacar así la asimilación tradicional entre la Astrología y la Alquimia, y recordar que los metales y las piedras son la maduración de las energías de los astros y estrellas sobre la faz de la tierra, y analógicamente comparten unas mismas propiedades y características.


Caliente y seca 
Fría y seca 
Caliente y húmeda 
Fría y húmeda 
Caliente y seca 
Fría y seca 
Caliente y húmeda 
Fría y húmeda 
Caliente y seca 
Fría y seca 
Caliente y húmeda 
Fría y húmeda  
piedras de Aries 
piedras de Tauro 
piedras de Géminis 
piedras de Cáncer 
piedras de Leo 
piedras de Virgo 
piedras de Libra 
piedras de Escorpio 
piedras de Sagitario 
piedras de Capricornio 
piedras de Acuario 
piedras de Piscis


Así por ejemplo, al signo de Escorpio corresponden treinta piedras de características frías-húmedas, cada una en relación con un grado de ese signo y con una estrella especial que tiene poder sobre ella. Igualmente es muy importante el planeta que rige el signo, en este caso Marte, como característica energética fundamental de todas las piedras frías y húmedas asociadas a Escorpio. 


fig. 22

 
80
MEMORANDUM
 

La disciplina fortalece el carácter y preludia la fecundación y la realización espiritual. El abandono del medio y la más profunda soledad se hacen necesarios, hasta tornarse imprescindibles en determinados momentos, donde el silencio es auténtico refugio y el aislamiento protector castillo interior. Para ese entonces se habrá ya advertido la impostura de considerar a la soledad como un tabú angustioso, o como la ausencia de una "felicidad" tan inexistente como codiciada, sino por contra, como la predecesora de un mundo encantado de imágenes mágicas, de sombras y luces de la memoria del universo, reflejadas en el escenario de la conciencia. (¿Es que todo esto es algo nuevo o sencillamente estaba aquí y no éramos capaces de verlo porque teníamos una descripción distinta y equivocada de la vida?).

Pero a la par de ir descubriendo estas maravillas el aprendiz observará que el medio tratará de marginarlo, tal vez en proporción directa con su interés en hacer partícipes a los otros, indiscriminadamente, del real contenido espiritual de sus nuevas experiencias, hallazgos y conocimientos. Motivo por el que el silencio, no sólo como disciplina, sino como norma efectiva y práctica de comportamiento, ha sido siempre recomendado en el trabajo hermético. Esto choca con la necesidad de expresar la doctrina en la época en que vivimos, donde se ha convertido en algo casi imprescindible dada la ausencia de voces que se alzan para hacer conocer, difundir y defender la ciencia sagrada, prácticamente olvidada por el hombre de hoy, y desconocida por la mayor parte de los contemporáneos.

Esperamos que hayan podido seguir con atención el desarrollo de la Enseñanza y que ella haya producido sus efectos en cada cual. Igualmente nos felicitamos de que hayamos podido conjuntamente llegar a un punto que constituye un jalón en nuestra meta. Nos proponemos profundizar y ampliar los temas que se han ido esbozando y destacando con el fin de lograr los frutos que este manual se propone. Para ello debemos contar necesariamente con la participación espiritual activa del lector y su sed renovada de conocimientos, así como con su voluntad decidida, su pasión por lo que hace, y el equilibrio y la paciencia requeridos para la efectivización de la labor alquímica.

Por otra parte debe señalarse que a veces los neófitos, sumidos en sus profundas labores de realización metafísica, mágica y espiritual, olvidan lo exiliados que están en esta tierra, y pueden llegar a creer que los demás, que todo el mundo, participa de la realidad de sus creencias, cuando esto obviamente no es así, sino que por el contrario muchas de las cosas ligadas a la Tradición son miradas por el mundo moderno con un odio revulsivo, una repugnancia irracional, o un desprecio olímpico, tan exactamente invertidas están las cosas entre el mundo sagrado y el profano, entre el Conocimiento y la ignorancia.

 

Fin del Módulo II

Indice de Contenidos Módulo II


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