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EL BOSQUE
 

Dante inicia el primer canto de su Divina Comedia con estas palabras: "A la mitad del viaje de la vida me encontré en una selva oscura por haberme apartado del camino recto. ¡Ah! cuán penoso me sería decir lo salvaje, áspera y espesa que era esta selva cuyo recuerdo renueva mi temor, temor tan triste que la muerte no lo es tanto". La existencia vulgar y profana ofrece a los ojos de Dante un aspecto análogo al que nos ofrecería una selva o bosque intrincado en el que sería angustiosa la supervivencia, lo cual nos evoca la concepción platónica de la vida terrestre como exilio de la celeste. En efecto, gráficamente, la verticalidad de árboles y troncos, la horizontalidad de las ramas, y la tupida presencia de plantas, flores y hojas, conforman un tejido análogo al de la cotidianidad y sus vericuetos, dentro de cuya complicada espesura existen, no obstante, claros y fisuras por los que penetra la luz.

Aunque debe señalarse que la selva tiene ciertas características diferentes a las del bosque, en el sentido tanto de que la flora es muy peligrosa como de la fauna, totalmente distinta; la humedad de la selva es igualmente peligrosa de por sí, ya que cualquier herida que se pueda producir en el cuerpo humano –donde suelen alojarse larvas y allí reproducirse– no cierra inmediatamente y tiene que ser constantemente atendida por el riesgo de las infecciones y de otros gérmenes tropicales en innumerable especie; sobre todo para quien no está habituado a ella. Todo esto, sin subestimar los temibles peligros de un bosque vivo, no acostumbrado a los intrusos.

Esotéricamente, el bosque, la selva, o la naturaleza salvaje y virgen, como lugares especialmente primitivos y sin cultivar, ofrecen un decorado simbólico de nuestra propia naturaleza interna y externa, superior e inferior, ya sea en su sentido primordial de exuberante fecundidad, ya sea en su aspecto grosero, inculto y heterogéneo (lo infraconsciente), en ambos casos un decorado femenino telúrico.

En muchos pueblos y culturas, cuya propia configuración geográfica así lo exige, el bosque o la selva adquiere un papel muy importante y significativo en cuanto a lugar reservado al culto, las iniciaciones y la contemplación. La elevación de dólmenes, y las construcciones funerarias en el interior de los bosques, especialmente en claros y lugares despejados, es muy habitual en las culturas arcaicas. Muchos usos y ritos ancestrales, mantenidos por la memoria popular, siguen repitiéndose periódicamente en estos parajes. Los mitos y leyendas antiguos están plagados de alusiones a bosques mágicos en donde transcurre la trama de sus argumentos y en donde en general habitan seres o entes no humanos cuya relación con los héroes y los hombres está vinculada simbólicamente al propio proceso alquímico y espiritual. Un clásico de este género es el cuento de Blancanieves. Custodiada por siete enanos en un bosque (psiquis), se halla semimuerta por haber comido el fruto que astutamente le ofreciera la bruja hechicera, el mismo que otrora comiera Eva en el paraíso; mientras espera el "despertar" a través del beso del príncipe (Eros).

En efecto, la tradición hace de los gnomos, los silfos, las ondinas y las salamandras habitantes mágicos de los bosques, lo cual nos ofrece una descripción figurada de nuestras propias potencias anímicas y terrestres. Estos seres están alquímicamente relacionados con los cuatro elementos, respectivamente la tierra, el aire, el agua y el fuego, así como Blancanieves se asimilaría en el ejemplo al quinto, el éter, cada uno simbolizando la conciencia y función específica de cada elemento, conciencias que habitan potencialmente dentro de nuestra propia naturaleza microcósmica, revelándose como impulsos y tendencias elementales.

El bosque, o la selva, como templo natural y espacio sagrado, nos ofrece dentro de su inmensa riqueza de matices (la fuente, la gruta, la mina, la montaña, etc.), inagotables temas de meditación. Toda una cosmogonía que nos habla simbólicamente de la fauna, la flora y la topografía de nuestra propia naturaleza interna e invisible.

 
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ASTROLOGIA
 

Señalaremos seguidamente, en un cuadro, las relaciones entre los doce signos zodiacales, los cuatro elementos y sus cualidades, y el temperamento humano que se les atribuye: 

Signo Elemento Cualidades Temperamento
Aries-Leo-Sagitario Fuego caliente-seco bilioso
Tauro-Virgo-Capricornio Tierra frío-seco nervioso
Géminis-Libra-Acuario Aire cálido-húmedo sanguíneo
Cáncer-Escorpio-Piscis Agua frío-húmedo linfático

Damos a continuación las relaciones entre el cuerpo humano y los signos del zodíaco:

 


ARIES: la cabeza y el rostro

TAURO: el cuello y la garganta

GEMINIS: hombros, brazos,
manos

CANCER: pulmones, pecho,
estómago

LEO: espalda, corazón, hígado

VIRGO: vientre e intestinos

LIBRA: riñones y vías urinarias

ESCORPIO: órganos genitales

SAGITARIO: muslos y nalgas

CAPRICORNIO: rodillas

ACUARIO: piernas

PISCIS: los pies

 
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MOMENTOS DE INCERTIDUMBRE:
 

Hay momentos de incertidumbre en el camino del Conocimiento o Iniciación, y el aspirante sufre el tormento de la duda y la angustia de sentirse incapaz de enfrentar el cúmulo de maravillas y buenas nuevas que vislumbra. Para esos momentos nos permitimos citar aquí un fragmento del Corpus Hermeticum, capítulo XI:

"Habiendo puesto en tu pensamiento que no hay nada imposible para ti, considérate inmortal y capaz de comprenderlo todo, todo arte, toda ciencia, el carácter de todo ser viviente. Asciende más alto que toda altura, desciende más bajo que toda profundidad. Reúne en tí mismo las sensaciones de todo lo creado, del fuego y del agua, de lo seco y de lo húmedo, considerando que estás a la vez en todas partes, sobre la tierra, en el mar, en el cielo, imagina que aún no has nacido, que estás en el vientre materno, que eres adolescente, viejo, que estás muerto, que estás más allá de la muerte. Si abarcas con el pensamiento todas esas cosas a la vez, tiempos, lugares, substancias, cualidades, cantidades, puedes comprender a Dios."

 
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NOMADES Y SEDENTARIOS
 

Siendo el núcleo sagrado y espiritual esencialmente idéntico –por su carácter atemporal y metafísico– para todas las civilizaciones tradicionales, existen sin embargo en cada una de ellas ciertos rasgos y particularidades que las hacen distintas entre sí. Esto se debe a múltiples causas (diversidad de etnias, hábitats, climas, etc.), pero quizá la diferencia más marcada y la más importante sea el que algunas de estas culturas pertenecieron a los pueblos nómades y otras a los sedentarios. Esta primera gran diferencia se produce en el preciso momento en que la humanidad abandona su Centro Primordial y se esparce por toda la superficie del planeta. Los nómades, abocados al peregrinaje constante por ser pueblos dedicados al pastoreo, desarrollaron una cultura sensiblemente distinta a la desenvuelta por los sedentarios, que eran básicamente agricultores al permanecer afincados en un determinado lugar. Estas dos formas de vida, con todos los matices que entrañan, influyeron poderosamente en la manera en que unos y otros encararon la vida y el misterio de lo sagrado, y por lo tanto en la propia constitución y estructura de sus ritos, símbolos y mitos cosmogónicos. Esto está claramente ejemplificado en lo que respecta a las artes y a los oficios.

Los nómades, en permanente movimiento por el espacio, crearon, sin embargo, un arte basado principalmente en el ritmo y la fonética, como la música, la poesía y el canto, es decir, en artes que se expresan sucesivamente, por lo que están estrechamente vinculadas al tiempo y al sentido del oído. En la misma gramática y lenguaje de esos pueblos, y sus herederos actuales, se advierten multitud de expresiones ricas en movimiento y ritmo que no se encuentran entre los sedentarios.

Estos, asentados por el contrario en el espacio, generaron un arte más puramente geométrico y plástico basado en la proporción y la medida, como la arquitectura, la pintura, la escultura, la escritura (los nómades transmitían sus tradiciones oralmente), es decir, artes y ciencias que se despliegan en el espacio pero hechas para perdurar en el tiempo, y directamente relacionadas con la facultad visual. Siendo los sedentarios agricultores, la mayor parte del simbolismo vegetal proviene de ellos, mientras que casi todo el simbolismo animal procede de los nómades. En los ritos sacrificiales, por ejemplo, los primeros ofrecían especies vegetales a sus divinidades, y los segundos especies procedentes del reino animal. Estas vinculaciones con los dos reinos de la naturaleza, el vegetal y el animal, tuvieron que influir poderosamente en la estructura mental de esos pueblos, y por tanto en los símbolos que conformaron su cultura a lo largo de la historia. En la Biblia estas dos formas de vida están representadas respectivamente por Caín y Abel, cuya lucha ha de verse más bien como un símbolo de las diferencias específicas que han existido secularmente entre los sedentarios y los nómades.

Es significativo comprobar igualmente que las viviendas de los nómades, construidas con materiales fáciles de transportar, se hacían con forma circular, y el círculo es, como sabemos, el símbolo que mejor expresa la idea de movimiento, y también el signo de lo celeste y de todo aquello que se refiere a los ciclos y ritmos.

Por su lado, los sedentarios, utilizando materiales pesados como la piedra (aunque con anterioridad a ésta utilizaron la madera como elemento de construcción), tendían más bien a edificar en cuadrado, es decir conforme a la figura geométrica que simboliza mejor que ninguna otra lo terrestre y la estabilidad por excelencia. En este sentido fueron los sedentarios los primeros en construir ciudades, y con ellos nace el concepto de civilización (civis = ciudad) tal cual ha llegado hasta nosotros. Gracias a que realizaron obras para perdurar en el tiempo nos es posible tener acceso al conocimiento de su concepción y de su metafísica del mundo, lo que ciertamente no sucede con la cultura de los primeros, que vagando libremente por el espacio sin límites no tenían necesidad de fijar nada, y la idea del porvenir como la conciben los sedentarios les era por completo ajena.

No obstante todo lo dicho hasta aquí, no debe verse entre estas dos formas de vida un antagonismo radical que en verdad jamás existió. El arte y la simbólica audiovisual son patrimonio de cualquier sociedad tradicional, ya fuese ésta nómade o sedentaria. Son, volvemos a repetir, las condiciones de existencia las que provocan que un simbolismo se desarrolle más que otro. Por otro lado, siempre se han dado entre ambos pueblos permanentes contactos (por ejemplo a través del comercio, e incluso a través del rito sagrado de la guerra, que era también una forma de comunicación) que facilitaron y promovieron el intercambio de ideas, usos y costumbres. Con frecuencia esto representó una opción regeneradora que evitó, al menos hasta cierto período histórico, una excesiva "petrificación" por parte de los sedentarios debido a su asentamiento, y una excesiva "disolución" entre los nómades debido a su constante ir y venir.

Asimismo muchos pueblos peregrinos acabaron por instalarse definitivamente, lo cual originó en todos los modos de expresión de su cultura una síntesis entre las artes del tiempo y el espacio, del ritmo, la proporción y la medida. Y esta asimilación del nomadismo por parte del sedentarismo es una constante vital en la historia de la humanidad, además de ser algo necesario que obedece a leyes cíclicas. Diversos pueblos hallaron su ser y su destino histórico al concretarse y solidificarse, hecho que motivó la espacialización de su centro sagrado, y por lo tanto una concentración de energías tal que dio pie al florecimiento de civilizaciones con un alto grado de desarrollo cultural, como ha sido el caso de la árabe, la judía, la romana, la azteca, maya, etc. etc.

 
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LAS TRES GRACIAS
 

Hesíodo dice en su Teogonía que a Zeus: "Eurínome, hija de Océano, de seductora belleza, le dio las tres gracias de bellas mejillas: Aglaia, Eufrósine y la encantadora Talía. Cuando miran brota de sus ojos el amor. ¡Bellas son las miradas que lanzan bajo sus cejas!".

Efectivamente, esas tres hembras han sido identificadas como Belleza, Amor y Placer. Esparcen alegría por doquier e inundan los corazones de los hombres. Viven en el Olimpo en compañía de las Musas con las que suelen cantar bellísimas melodías y también acompañan a Apolo cuando éste tañe su lira. Se las suele representar como tres jóvenes desnudas unidas por los hombros; generalmente dos de ellas miran en una dirección, y la del medio, en la dirección opuesta. Han tejido el velo de Harmonía y son compañeras de Atenea, Afrodita, Dioniso y Eros; podemos invocarlos a todos ellos con confianza.


fig. 19


Séneca se ha preguntado en el De beneficiis "Por qué son tres las gracias, por qué son hermanas, por qué se cogen de la mano" y se contesta: "Por el triple ritmo de la generosidad, que consiste en dar, aceptar y devolver", agregando: "como gratias agere, significa 'dar las gracias' (agradecer); las tres fases (de esta operación) deben estar encerradas en una danza, como lo están las Gracias; el orden de los beneficios requiere que sean dados en mano pero que regresen al donante". Para los cabalistas cristianos del Renacimiento este símbolo expresaba las emanaciones celestes que los dioses envían a la tierra, las que producen una inspirada vivificación en los seres, o conversión, a partir de la cual éstos las devuelven (o se elevan) hacia su lugar de origen. Se describe, pues, un recorrido triangular y se retorna al principio. Debe aquí tenerse en cuenta la identidad entre la figura del triángulo y el círculo y su uso indistinto, aunque hay una superioridad del primero respecto al segundo (32 = 9).

 
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ARITMOSOFIA
 

La escuela pitagórica consideraba sexuados a los números, o sea portadores de cargas energéticas positivas y negativas. Así los números impares eran activos, expansivos, masculinos (yang, en términos extremo orientales), y asimilados al cielo, mientras que los pares eran pasivos, contractivos, femeninos (yin), y representativos de la tierra. El número uno, manifestación de la unidad metafísica, no era considerado ni como activo ni como pasivo, y correspondía sexualmente, en términos platónicos y alquímicos, al "Andrógino Primigenio". Esto es válido también para la decena, la centena, el millar, etc.

Asimismo se ponía especial interés en los números llamados cuadrados y triangulares. Los últimos se forman agregando números enteros sucesivos a partir del uno, o sea que se suman los consecutivos de la serie; ejemplos: 1 + 2 + 3 = 6; 1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6 = 21. Seis y veintiuno son números triangulares. El más conocido de estos números es el diez (1 + 2 + 3 + 4), perfectamente representado en forma de triángulo en la famosa Tetraktys. De esta disposición triangular es que estos números reciben su nombre, así como los cuadrados reciben el suyo por su disposición y representación cuadrada, ya que ellos se forman de manera similar a los triangulares, comenzando por la unidad, a la que se agregan sucesivamente números impares; ejemplos: 1 + 3 = 4; 1 + 3 + 5 = 9; 1 + 3 + 5 + 7 = 16; 1 + 3 + 5 + 7 + 9 = 25. Se hace notar que 4 es 22, que 9 es 32, que 16 es 42 y 25 = 52, o sea que son los "cuadrados" de esos números.

Los primeros diez números triangulares son 3, 6, 10, 15, 21, 28, 36, 45 y 55. Los primeros diez cuadrados: 4, 9, 16, 25, 36, 49, 64, 81, 100 y 121. Puede observarse que el número 36 (igual, proporcionalmente, al 360), es a la vez cuadrado y triangular.

De otro lado se quiere recalcar que el número cinco era de importancia vital para los pitagóricos, en cuanto suma del dos (par, pasivo y femenino) y el tres (impar, activo y masculino), motivo por el que era llamado "Número Nupcial". En la Tradición Hermética este número simboliza el microcosmos y se lo representa geométricamente con el pentagrama.

Como dato interesante se agrega que la suma de un número par con otro impar es necesariamente impar, mientras que el producto de la multiplicación de un par con un impar da necesariamente un número par. Además, que la suma de dos números es forzosamente par si estos números son ambos pares o impares. Por otra parte el producto de una multiplicación, cuando es impar, es el resultado forzoso de que sus dos factores sean impares.



 
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MAGIA
 

Se entiende aquí por Magia (sin desconocer formas menores, ineficaces y perversas de esta ciencia) toda actividad ritual intermediaria dedicada a atraer las energías celestes a la realidad terrestre, de acuerdo a la doctrina cabalística de las emanaciones que subordina el mundo elemental y corporal al mundo anímico y astral, y ambos al plano estrictamente espiritual o, en otra terminología, intelectual o pneumático.

Por este motivo, tanto las prácticas cultuales, como los incantamientos, ejercicios rituales, concentraciones, estudios y meditaciones, y especialmente la oración, deben efectuarse teniendo el ánimo y la inteligencia puestos en las verdades más elevadas, en el Dios supremo e incognoscible, más allá de su propia creación. Esto hará que estas prácticas teúrgicas, que presuponen un conocimiento cosmogónico y metafísico, sean eficaces y adecuadas proporcionalmente a las necesidades cuya satisfacción se invoca.

Por otro lado este movimiento descendente de energías y fuerzas que se establece ha de ser completamente interno, o sea del exclusivo interés del sujeto que las practica en íntima relación con el beneficio del Conocimiento. Su característica ha de ser la de la realización de un rito simpático y rítmico con el universo, y estas correspondencias y analogías que se pretende encauzar han de ser efectuadas con un total desinterés sobre cosas particulares; o sea con un alto grado de "vaciamiento" e impersonalidad, para que los efluvios de lo más alto se derramen sobre el "operario" o aprendiz de mago, que de este modo puede acceder a las realidades más sutiles y recónditas y a las esferas más altas del intelecto divino, a un punto tal que su propio ser se encuentre identificado en todo tiempo y lugar con las más transparentes emanaciones del cosmos y advierta su unidad y majestad en todas las cosas de una manera natural, pues estas verdades son ya consubstanciales con su ser mismo. En este tipo de identificación con el universo y lo que está más allá de él, juega un papel extraordinariamente eficiente la meditación sobre el Arbol de la Vida Sefirótico, como modelo del universo e instrumento vehicular y revelador (como el Tarot) de las energías intermediarias entre la Deidad más alta y los seres y las cosas manifestadas de forma elemental, o material.

 

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