INTRODUCCION A LA CIENCIA SAGRADA 
Programa Agartha

MODULO II

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REPASO
 

En los capítulos anteriores el lector ha tenido oportunidad de ver cómo se articula este curso, donde las interrelaciones de las distintas disciplinas de la Tradición Hermética (Simbolismo, Alquimia, Filosofía, Astrología, Numerología, Cábala, Teúrgia, etc.) juegan un papel fundamental en nuestros estudios. En verdad, al igual que lo que acontece con la evolución de cualquier planta y su desarrollo, el germen se encuentra de manera potencial en estas primeras páginas, a las que el lector ha de volver constante y cíclicamente, o sea con las características propias de un rito. No está de más advertir que la reiteración de este rito, el tiempo que se le dedica y la concentración que se emplea en él, son directamente proporcionales con el fruto que se obtenga de ello. A veces parecemos dispuestos a efectuar empresas heroicas, y sin embargo no somos capaces, por fantasmas mentales, de realizar cosas sencillas que necesitan de una actitud consecuente y perseverante. Si el estudiante es capaz de vivirse como objeto de sus experimentos, amparado en la Doctrina y en las distintas disciplinas que toma la Tradición para manifestarse, podrá obtener satisfactorios resultados y beneficiosos dividendos, tanto físicos como psicológicos y espirituales. De más está decir que estas ciencias y artes sólo pueden ser usadas al más alto nivel, lo que en la Cábala sería Kether en Atsiluth o aún más lejos, si así pudiera decirse, es decir al de lo supracósmico, (lo que incluye, por cierto, el de lo "supramicrocósmico"). La meta de las investigaciones es muy elevada y no deben confundirse los objetivos metafísicos con los fenómenos psicológicos que podrán irse observando en el camino. Los propósitos de la Ciencia Sagrada son verdaderamente profundos. La vida es cosa seria, pese a las imágenes que el consumismo mental y la desacralización del mundo podrían hacer suponer.

El Agartha constituye una red invisible de voluntades, unidas por lazos tan reales e indestructibles como los que ligan a la propia estructura del Cosmos, considerada un modelo arquetípico de manifestación. Esta cadena de unión transmite el mensaje de la Philosophia Perennis, es decir de la Ciencia Sagrada, que por intemporal ha sido conocida por todos los pueblos de la Antigüedad, cuyos fragmentos aún mantienen y conservan vivo al propio hombre moderno (incluso al occidental y al habitante de las grandes ciudades) aunque éste lo niegue o lo desconozca, ya que las raíces culturales de las artes y las ciencias derivan de Principios Metafísicos y de Ideas Eternas.

 
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NOTA:
 

Seguramente son muchas las preguntas que usted se ha hecho en la dinámica de nuestro curso. El I Ching o "Libro de las Mutaciones", libro de sabiduría y verdadero oráculo chino, dice que lo más difícil es formular las preguntas de las que se quiere obtener respuesta. Esto se debe en parte a la multitud de interrogantes que uno se hace en relación con los temas tradicionales y con todo aquello que se querría saber de una vez y para siempre. Asimismo es exacto que en la pregunta está implícita la respuesta. Igualmente es comprobable que si acudimos al recurso de la paciencia, las respuestas se van produciendo por sí mismas sin necesidad de forzar las situaciones. Ya sabemos que la semilla es la potencialidad del árbol y que éste puede crecer sano y vigoroso si se lo riega con constancia y se desbrozan las malezas que pueden impedir su desarrollo.

 
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CABALA
 

No hemos hablado aún en nuestro Programa de En Sof, (aunque lo hemos citado someramente) pues nos interesaba presentar primero el modelo del Arbol de la Vida y trabajar con él, para que el estudiante fuese familiarizándose con su estructura y a la vez jugara con las distintas relaciones a que da lugar, lo mismo que con las letras y con otras imágenes propiamente cabalísticas. Queremos recordar que este modelo del Arbol corresponde exactamente a Adam Kadmon, el hombre total, y nos referimos primero a él para tratar de entender ciertas proporciones que nos llevarán a la idea de lo que es En Sof para los cabalistas. Estamos hablando de sus medidas, llamadas en hebreo Shiur Koma, pues la Cábala identifica a Adam Kadmon con el cosmos. La "altura de los talones de este ser es de treinta millones de parasanges", se afirma lacónicamente. Pero luego se explica que "un parasange del Creador tiene tres millas, una milla tiene diez mil metros y un metro tres empans, y un empan contiene el mundo entero".

Sin duda estas medidas abarcan todas las posibilidades del Universo, cualesquiera que éstas fuesen. Pues bien, sin embargo la idea de En Sof supera, si así pudiera decirse, todas estas posibilidades. Con respecto al diagrama del Arbol de la Vida, modelo del Cosmos, y la ubicación de En Sof en él, remitimos al lector al Módulo I, Nº 18.

Como se verá su posición es supracósmica, se le llama el Antiguo de los Antiguos (Deus Ignotus). No puede ser ni siquiera imaginado por el hombre. Se expresa a través del cosmos, del hombre celestial, del creador, que apenas es un punto residual de su nada infinita. La palabra Ain (Nada), utilizada a veces por los cabalistas y el Zohar como idéntica a En Sof, entraña una idea de vacío absoluto. Pero esta nada y este vacío no son "algo" en el sentido de la expresión moderna, a saber: algo que pueda ser percibido o se exprese como una negación de otra cosa. En verdad En Sof no es nada de lo que pudiera ser algo, tal la Majestad Inmensurable de esta doctrina cabalística. Por lo que las tres primeras sefiroth corresponden a la Triunidad de los Principios del Ser Universal, y por lo tanto también las del ser individual. Se corresponden con los principios celestes, que a su vez generan los terrestres tal cual en el simbolismo constructivo la cúpula y la base del templo. Se trata de la naturaleza de Dios, si así pudiera decirse, que se sintetiza en la Unidad, a la que Dios es asimilado. Estos estados son supraindividuales y están señalados, en el diagrama del Arbol de la Vida, como supracósmicos, ya que están por encima de las sefiroth de "construcción" (cósmica). Sin embargo aún se encuentran determinados por la numeración que se les asigna, comenzando por la Unidad. En efecto, la Unidad es la síntesis donde puede encontrarse la esencia y el sentido de la totalidad de la Creación; pero al mismo tiempo esta asunción del Sí (llamado también Bien y Solo) es a su vez el único medio de pasaje a otros "espacios", esta vez sí, auténtica y verdaderamente supra-individuales y supra-cósmicos, (metafísicos), claramente signados en la Cábala con el nombre de En Sof, equivalentes al No-Ser, de los cuales no se habla puesto que por definición son inefables. También esta simbolización de una sucesión de grados de Conocimiento se halla implícita en la misma planta del edificio del Templo, por medio de la puerta, el laberinto, el altar y el sancta-sanctorum, que delimitan zonas simbólicas específicas que se articulan de menor a mayor en el recorrido iniciático que la construcción propone.

 

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EL NIVEL Y LA PLOMADA
 

El nivel y la plomada ocupan un lugar eminente en el momento de ponerse "manos a la obra" y de levantar los cimientos de la labor constructiva. Con el nivel se comprueba que la base del edificio esté completamente plana, evitando así que puedan existir desniveles y deformidades en el terreno. Se trata de que la obra se alce con su base perfectamente horizontal, y todas sus partes niveladas entre sí, ya que cualquier descuido en este sentido acabaría, tarde o temprano, con el derrumbamiento de toda la edificación. A su vez, la plomada desempeña un papel fundamental, pues gracias a ella el edificio se eleva vertical y perpendicularmente. De esta forma, nivel y plomada se relacionan con la horizontal (energía pasiva) y con la vertical (energía activa), y todo lo que ya se ha dicho de ambos símbolos puede ser aplicado a las enseñanzas que derivan de estos dos instrumentos (ver Módulo I, Nº 33). La unión del nivel y la plomada configura por ello el símbolo de la cruz, que resulta del entrecruzamiento de un eje vertical y otro horizontal, los cuales durante la construcción del edificio van creando la estructura del mismo.

En el templo universal que es el cosmos visible, el extremo superior del eje de la plomada "cósmica" está situado en la estrella polar (el cenit del Mundo), desde la que efectivamente desciende un eje imaginario –pero no menos real– alrededor del cual gira todo el universo. En el templo propiamente dicho esa plomada es el eje perpendicular (representado o no visiblemente) que cae de la extremidad de la "clave de bóveda" hasta el centro del rectángulo de la nave donde está situado el Altar o Ara, la "piedra fundamental". Es pues la plomada un símbolo del "Eje del Mundo", aquél que, sostenido por la mano del Arquitecto constructor, atraviesa los tres mundos, el Cielo, la Tierra y el Infierno, o Inframundo. En el microcosmos sutil del hombre también existe un eje vertical (llamado sushumnâ en la tradición hindú) que atraviesa los diversos estados de conciencia (simbolizados por los chakras o "ruedas"), desde el inferior, situado simbólicamente en la base de la columna vertebral, hasta el superior, localizado en la "coronilla" o clave de bóveda craneana.

Esto está estrechamente relacionado con el proceso mismo del Conocimiento y la Iniciación, pues ésta trata, como ya sabemos, de un despertar paulatino de esos estados de conciencia, análogos a los del Ser Universal. La plomada representa aquí el símbolo de la búsqueda de la Verdad que penetra hasta las profundidades más recónditas de nuestro ser, con la ayuda naturalmente de ese nivel interno que nos obliga a una total sumisión a la Voluntad Superior que aflora en nosotros, y sin la cual todo intento de búsqueda espiritual es una quimera. "Si el Eterno no edifica la casa en vano trabajan los que la construyen". O bien, recordando la fórmula hermético-alquímica V.I.T.R.I.O.L., "Visita el Interior de la Tierra (de ti mismo) y Rectificando Encontrarás la Piedra Oculta". 

 
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IMAGENES Y SIMBOLOS
 

Existe una natural y lógica relación entre imagen y símbolo. Cuando se trata de símbolos cuyo marco de expresión es el espacio, como por ejemplo los geométricos, arquitectónicos e iconográficos, su vinculación con la imagen es obvia. Y cuando se desarrollan en el tiempo, como la música ritual y sagrada, la poesía y los relatos orales de los mitos, éstos generan, simultáneamente a su audición, imágenes y visiones simbólicas. Y ello es así porque, como decía ya Aristóteles, el hombre conoce por medio de imágenes, es decir que su naturaleza anímica e intelectual está especialmente capacitada para comprender a través de las representaciones simbólicas. Asimismo el lenguaje sintético y universal de las imágenes simbólicas libera a la psiquis de la dualidad de toda dialéctica existencial, donde lo puramente mental y cerebral prima sobre la verdadera intuición intelectual que reside en el corazón, lo que equivale a una purificación regeneradora cuyo fin es devolvernos la pureza mental y la inocencia virginal de los orígenes; una transmutación de la conciencia tal que armonice perfectamente con el ser del mundo y de las cosas.

El hombre tradicional ve también en el universo, y en todo lo que le rodea, una exteriorización de sí mismo, una imagen del mundo que habita en su interior. Esto se debe a que ambos, cosmos y hombre, están hechos de igual substancia vivificada por el mismo Espíritu. Esta certeza conduce a una identificación con las fuerzas invisibles y las energías numinosas que animan la materia, a la que imprimen una forma o estructura inteligible, que devendrá el símbolo o el signo de esas potencias creadoras. De ahí el error moderno de considerar el mundo como algo chato y homogéneo, cuando en verdad encierra dentro de sí una variedad inagotable de posibilidades de ser que constantemente manifiestan la realidad de los atributos divinos. De manera velada o evidente, todo conserva la huella de lo sagrado, pues como dice el Zohar: "el mundo subsiste por el misterio".

 
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EL SIMBOLO DE LA ESCALA
 

La escala o la escalera, es, junto al árbol, uno de los símbolos más notorios del Eje del Mundo, y también de los más difundidos en todas las tradiciones. Aunque más adelante trataremos este importante símbolo con mayor desarrollo, relacionándolo con el simbolismo de pasaje, bástenos por ahora decir que la escala está ligada sobre todo a la idea de movimiento de ascenso y descenso a lo largo de dicho Eje, conectando la tierra (y el inframundo) con el cielo, y viceversa, a través de los diferentes niveles, mundos o estados del ser que conforman el conjunto de la manifestación universal, niveles representados por los escalones horizontales que unen los dos largueros o montantes verticales, los que se corresponden de manera evidente con las dos columnas laterales del Arbol Sefirótico, que puede ser visualizado asimismo como una escala. De esas columnas, una debe considerarse como ascendente y otra como descendente, lo cual se realiza en torno al eje central o pilar del equilibrio, que es el auténticamente axial. Esto último recuerda el símbolo de la doble espiral (presente en la escalera de "caracol"), ejemplificación de las dos corrientes de energía cósmica que se enrollan alrededor del eje central, tal y como podemos observar en el Caduceo de Hermes-Mercurio.

Ha de añadirse que el número de los escalones es normalmente de siete, relacionados con los siete cielos planetarios, y también con las siete virtudes y las artes y ciencias liberales, consideradas como los peldaños que permiten subir de forma "escalonada" (efectiva) por los grados del Conocimiento. En este sentido, recordaremos que entre los indios de Norteamérica y otros pueblos arcaicos todavía vivos, el ascenso y descenso por el eje cósmico se realiza a través del árbol o poste ritual, a lo largo del cual se encuentran una serie de escisiones que representan los diferentes mundos o estados que han de ser atravesados hasta alcanzar la cúspide o sumidad, que a su vez equivale al "ojo del domo" en el simbolismo constructivo, por donde se produce la salida definitiva del cosmos y la unión con la Realidad trascendente.

 

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EL SIMBOLO DE LA ESVASTICA
 

Entre las representaciones simbólicas del Centro del Mundo, la de la esvástica ha de ser especialmente destacada, pues además de ser un equivalente del símbolo de la cruz y de la rueda, y participar por tanto de sus significaciones generales, en ella aparecen otras variantes que nos confirmarán en la certeza de que los símbolos constituyen auténticos vehículos del Conocimiento.

Por encontrarse en el arte de todos los pueblos tradicionales desde la más remota antigüedad, la esvástica es uno de los símbolos que remiten directamente a la Tradición hiperbórea o primordial. Ella es, efectivamente, una cruz, sólo que a esa cruz se le añaden cuatro líneas en sus extremos, formando así otros tantos ángulos rectos o escuadras, de tal manera que dichas líneas sugieren o llevan implícito el movimiento de giro en torno a su centro, generando así a la circunferencia. Ahora bien, debido a que esa circunferencia (que recordemos simboliza la manifestación universal) no está figurada de forma expresa en la esvástica, ésta, más que un símbolo del cosmos, aparece como un símbolo de la acción vivificante que sobre él ejerce el Principio, considerado como el auténtico "Motor inmóvil". En efecto, lo más importante en la esvástica es el punto fijo, símbolo del Centro, el cual permanece inalterable e inmutable, y sin embargo es el que transmite su energía a la Rueda Cósmica, generándola y dando la vida a todas las cosas, seres y mundos contenidos en ella, los cuales tras cumplir el desarrollo completo de todas sus posibilidades retornan nuevamente a él. Como se ve, estas significaciones no tienen absolutamente ninguna relación con el uso político que se ha hecho de este símbolo en los tiempos modernos.

Añadiremos que a los cuatro ángulos o escuadras de la esvástica también podemos observarlos en las cuatro posiciones cardinales que la constelación de la Osa Mayor describe en su ciclo diario en torno de la estrella polar, la cual, debido a la posición central que ocupa en el cielo –pues todos los cuerpos estelares rotan a su alrededor– se ha considerado efectivamente como la morada simbólica del Principio, también llamado la Gran Unidad en otras tradiciones. En nuestro modelo del Arbol Sefirótico la estrella polar se corresponde con Kether, como ya sabemos (ver Módulo I, Nº 18), y no deja de ser interesante recordar a este respecto que en el Zohar la Osa Mayor recibe el nombre de Balanza (también en la antigua tradición China recibía este nombre), añadiendo que ésta se halla "suspendida en un lugar que no existe", lo que equivale a decir en lo inmanifestado, que es donde reside verdaderamente el equilibrio y armonía de toda la manifestación. En la tradición hindú, además, la esvástica aparece como uno de los signos distintivos de los brahmanes, y de hecho en esa misma tradición se afirma que las siete estrellas que componen aquella constelación representan a cada uno de los sabios (llamados rishis) que transmiten el Conocimiento de un ciclo a otro de la humanidad.

 
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TAROT
 

El Tarot, origen del juego de naipes, es un oráculo, un libro sagrado escrito no en palabras sino en setenta y ocho páginas o láminas dibujadas a color, cada una con sus múltiples y precisas correspondencias y profundos significados, que al ser primero estudiadas y luego "barajadas" o colocadas de diferentes formas simbólicas, actuarán mágicamente en el interior del aprendiz sirviendo como vehículo despertador de la conciencia y ordenador de la inteligencia; es decir, como soporte simbólico del conocimiento metafísico.

A cada carta se le denomina "arcano" ya que conecta con un misterio, con una fuerza sobrenatural, con un arquetipo que se revela en ella –como en cualquier símbolo sagrado– haciendo posible así que esta energía superior tome una forma capaz de tocar los sentidos humanos y permitir que el hombre, partiendo de esa base sensible, pueda elevarse hacia el conocimiento de lo que está más allá del mundo material, e incluso más allá del mundo psíquico, es decir los planos arquetípico y espiritual.

Las setenta y ocho láminas del Tarot se dividen en tres grupos de la siguiente manera: el primer grupo está constituido por cuarenta cartas denominadas "los arcanos menores"; el segundo está compuesto de dieciséis láminas llamadas "cartas de la corte"; y el tercero por veintidós ilustraciones conocidas como "los arcanos mayores". Se acostumbra estudiar en primer término a estas últimas veintidós.

 
9
CABALA
 

Ofrecemos a continuación las 22 letras del alfabeto hebreo para que el lector se vaya familiarizando con las mismas. Igualmente va el valor numérico correspondiente a cada letra. En el hebreo antiguo las vocales no se señalizaban, ni se punteaban, como se hace en el presente. Por lo tanto, las palabras escritas sólo con consonantes podían ser leídas de varias maneras, o con el auxilio de diferentes vocales, aumentando así su poder evocativo y semántico en múltiples valoraciones y sentidos. Las letras tienen vinculaciones también con otros símbolos, muchos de ellos animales, y de distinta naturaleza e índole, lo que se asocia con el alfabeto, la palabra y la metafísica del lenguaje.

 
Alef
Beth
Guimel
Daleth
Vav
Zayin
Heth
Teth
Iod
Kaf
2
3
4
5
6
7
8
9
10
20
 
Lamed 
Mem
Nun
Samekh
Ayin
Fe
Tsade
Qof
Resh
Shin
Taw
30
40
50
60
70
80
90
100
200
300
400
 
 

Recomendamos se copien esmeradamente las letras del alfabeto hebreo. De esta manera no sólo memorizaremos los nombres de las letras, los signos alfabéticos, y sus valoraciones numéricas, sino que trabajaremos con símbolos sagrados cargados de Ideas y energías mágicas y teúrgicas.

Está claro que si conocemos el valor esotérico de las letras, sus connotaciones numéricas, y las transposiciones y permutaciones a que ellas pueden dar lugar en el contexto de las palabras y las oraciones, la lectura de cualquier texto sagrado –en particular La Biblia– en el que el alfabeto hebreo se encuentre presente, pasará a tener otro sentido que el común, literal y exotérico, y adquirirá un relieve y una profundidad tanto más rica cuanto más amplia. Y es por estas asociaciones y correspondencias entre números y letras, y las relaciones a que dan lugar, que se producen iluminaciones sorprendentes en la raíz metafísica del lenguaje humano, las que son llamadas por la Cábala "chispas divinas".

El Sefer Yetsirah o "Libro de las Formaciones", es también conocido por el nombre de "Libro de la Creación", pues allí están plasmadas las más antiguas concepciones cosmogónicas judías, que han servido por generaciones para fundamentar el pensamiento metafísico y esotérico del misticismo hebreo y cristiano (especialmente durante la Edad Media y el Renacimiento) y de la Cábala en particular. En él se encuentran específicamente señaladas en forma de breve y apretada síntesis, determinadas concepciones cabalísticas que ya hemos ido ofreciendo a lo largo de esta Introducción, entre ellas, la "doctrina" de las diez sefiroth, como intermediarias entre el "Santo, bendito sea", y la Shekhinah (la inmanente presencia divina, de la que próximamente hablaremos), y también la de la Creación Universal a través de las veintidós letras del alfabeto hebreo, lo que equivale a considerar al cosmos entero como la escritura divina. Esas letras se subdividen en tres grupos: las tres madres, asimiladas, como ya hemos visto, a aire, agua y fuego; las siete dobles o redobladas, y las doce simples, identificadas con posterioridad con los siete planetas y los doce signos zodiacales, respectivamente. 

Tres letras madres: Alef, Mem y Shin.

Siete letras dobles (o redobladas): Beth, Guimel, Daleth, Kaf, Fe, Resh y Taw.

Doce letras simples: , Vav, Zayin, Heth, Teth, Yod, Lamed, Nun, Samekh, Ayin, Tsade y Qof.

Una idea nueva es la de la unión de las diez sefiroth, cifras, o números, a las veintidós letras del alfabeto hebreo, que conjuntamente constituyen los treinta y dos senderos de la sabiduría.

 

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